Juancho había tomado demasiado esa noche. Se agarró a las trompadas con un amigo y después lloró. Pidió ser mujer por un día y vomitó. Hacia mucho que no consumía casi una botella completa de vodka. Beto lo llevó hasta su casa, donde lo dejó acostado en el sillón. - Mañana nos vemos. -Dijo Beto, aunque Juancho no lo llegó a escuchar.
Cerca del mediodía, Juancho se tomó la cabeza. Dolía sobremanera. Cuando llegó al baño, escuchó un grito. Un grito de mujer. Su propio grito.
Sin entenderlo, observó como le asomaban, debajo de la camisa, dos pechos enormes. Su cabello era largo y castaño claro y sus pantalones le apretaban tanto que se los quiso sacar. Tenía unas caderas gigantescas. Cuando se bajo los pantalones se encontró con un asqueroso asombro que ya no tenía miembro. En su lugar había una profunda y húmeda hendidura.
Se tocaba la cara, se tomaba los pechos, se metió la mano entre las piernas. ¿Sería posible que aun estuviera dormido? O quizá era otra cosa.
Fue hasta la sala de estar con el pantalón por las rodillas. Abrió un estante y sacó el vodka. Un trago le dio la respuesta. La noche anterior, en medio de su borrachera, él había pedido un deseo. Y ese deseo incoherente había sido concedido. Por alguna razón, el pedido mas tonto que le pidiera a la vida, se le cumplió.
Se terminó de sacar el pantalón y se sentó en el sillón, con la botella siempre en la mano. El sopor del sueño estaba siendo reemplazado por el del vodka.
Volvió a mirarse entre las piernas.
Empezó a llorar.
-¿Qué voy a hacer ahora?- Se dijo. –Voy a ser una mujer todo el puto día. Y como soy yo me voy a agarrar al primero que encuentre. No. No puede ser.- Decía entre sollozos.
-No tengo que salir a ningún lado. Tengo que obligarme a estar acá encerrado. Sí.- Pensó, mirando la botella. –Allá tengo más, me voy a tomar todo lo que tenga. - Juancho sabia que estando bajo los influjos hormonales de una mujer, era posible que cediera ante el avance de algún hombre. Y la idea de esa practica homosexual lo hacia querer devolver el alcohol que tenía en el estómago. Jamás caería en algo que lo acosaría durante toda su vida.
Una hora después Juancho estaba tirado en el piso, al lado de tres botellas a medio terminar. Dos de vodka y una de ginebra. Había un poco de vómito debajo de la mesa. Sintió que quería lanzar otra vez. Se tomó del sillón y comenzó, arduamente, a levantarse. Entonces escuchó el timbre.
-¿Quién puta será? – Se dijo. Como pudo llegó hasta la puerta. Al tercer intento la abrió. Es ahí que asoma su cabeza Beto. Que la mira extrañado. –Hola... mm. – Se percató de que no traía pantalones. –Sabés, estoy buscando a Juancho ¿vos sos amiga de él? ¿Puedo pasar? –Dijo, empujando la puerta. – ¿Estás acá? ¿Juancho?- Gritó mientras iba a la habitación de su amigo. Volvió y Juancho, toda una mujer, seguía de pie junto a la puerta abierta. La mirada extraviada. – pero, linda... Te vas a resfriar así. ¿Por qué no entrás?- Dijo Beto, mientras, casi abrazándola, cerró la puerta.
Dos horas después, Beto miró hacia afuera por la puerta principal de la casa. Terminó de abrocharse los pantalones y salió a la calle, hasta su auto.
-¡Que pedazo de mina! ¿Quién sería? No le entendí nada. Este Juancho, trae cada loca a su casa. Aunque juraría que era virgen.
jueves, 16 de octubre de 2008
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